jueves, 4 de julio de 2013

Göbekli Tepe. Las piedras que lo cambian todo



Cuando se habla de monumentos prehistóricos, una suerte de automatismo psíquico aprendido nos lleva a pensar en construcciones megalíticas como la de Stonehenge, con grandes monolitos toscamente tallados, escasamente rematados y con poco o ningún espacio para el detalle y la ornamentación. Sin embargo, recientes hallazgos arqueológicos en Turquía han obligado a los expertos a cuestionarse de raíz algunas hipótesis que la antropología tenía asumidas casi como axiomas desde sus primeros pasos como ciencia. Uno de ellos en particular ha conmocionado y conmociona no ya a la comunidad científica y académica, sino a toda persona que toma conocimiento de su existencia. Su nombre: Göbekli Tepe, una soberbia construcción –probablemente, un templo– formada por enormes bloques de caliza tallada y labrada con una habilidad y sofisticación que se nos antojaban hasta ahora inconcebibles para su época. A su lado, el diseño de Stonehenge parece obra del trazo torpe e inseguro de un preescolar; poco más que un montón de menhires apilados en círculo. Pero lo que distingue a esta nueva construcción en la actual Turquía del célebre monumento inglés es algo más que la laboriosidad o la dificultad técnica. Lo que marca la distancia entre ambos y abre las bocas de eruditos y profanos son los casi 7.000 años que los separan. Las mediciones calibradas sitúan el estrato más antiguo –hasta ahora– de Göbekli Tepe en torno al año 9600 antes de Cristo. Es, por tanto, 6.500 años anterior a Stonehenge y 7.000 años más viejo que la más vieja de las Pirámides. Se trata, con holgada diferencia, del monumento megalítico más antiguo que la Humanidad ha conocido, y su descubrimiento viene a cambiar de manera drástica la percepción que el Homo sapiens sapiens tiene de la arquitectura neolítica y de su propia evolución como especie.
Un hallazgo entre ríos (μεσο ποταμία)
Göbekli Tepe (Colina Panzuda, en turco) es un pequeño monte orondo y rechoncho que se alza sobre una meseta al sureste de Turquía, en el Kurdistán occidental, a 15 kilómetros de la ciudad de Urfa (oficialmente, Sanliurfa) y cerca de la frontera con Siria. La zona está encuadrada dentro de esa vasta región entre los ríos (meso potamía, en griego) Éufrates y Tigris a la que los árabes llaman Al-Jazira (La Isla) y los turcos, Yukarı Mezopotamya (Alta Mesopotamia). Estamos en el centro del llamado Creciente Fértil, la tierra que vio nacer la civilización humana.
Hasta aquí llegó en 1994 el arqueólogo alemán Klaus Schmidt, que hoy dirige la excavación para el Instituto Arqueológico Alemán (Deutsches Archäologisches Institut o DAI), seguramente avisado del extraño hallazgo de Savak Yildiz, un anciano pastor kurdo de la zona. Enterradas en la falda de la colina había unas curiosas piedras de forma sospechosamente rectangular. Según el propio Schmidt, “cuando comenzamos a excavar, supe en seguida que iba a pasar aquí el resto de mi vida”. Los resultados de las mediciones de radiocarbono fueron impresionantes e inapelables: las piedras de Göbekli Tepe tienen entre 10.000 y 12.000 años. Desde entonces, las sucesivas excavaciones llevadas a cabo de manera conjunta por el Museo Arqueológico de Sanliurfa y el DAI han ido sacando a la luz el testimonio de un pasado que no deja de maravillar a investigadores del mundo entero.
Con T de monoliTo
Una vez desenterradas, las piedras resultaron ser imponentes pilares en forma de T mayúscula, perfectamente tallados y extraídos de la roca viva en una sola pieza de entre 2 y 3 metros de altura y un peso de hasta 5 toneladas. Están colocados de pie, encastrados cada pocos metros a lo largo de un muro que cierra un recinto circular de 20 metros de diámetro. Aisladas en el centro de este anillo se levantan, erguidas verticalmente sobre dos grandes pedestales planos también de piedra, otras dos T’s de caliza notablemente más grandes que las anteriores, de hasta 6 metros de altura y 10 toneladas de peso. Pero aún más fascinante que el tamaño de estos pilares en T es su superficie. En ella aparecen, grabados en bajorrelieve, dibujos de distintos animales: zorros, jabalíes, toros, leones, patos, grullas, buitres, serpientes, arañas, escorpiones y hasta una figura en altorrelieve de una especie de leopardo de aspecto fiero y demoníaco. Algunos pilares tienen brazos tallados a ambos lados y manos que se cruzan sobre el abdomen. En otro aparece una figura humana decapitada y con el falo erecto… Son historias contadas sobre la piedra en una especie de protolenguaje gráfico muy primitivo que ya –o todavía– nadie sabe leer. Todo el conjunto rebosa simbología.
Pero no se trata de un recinto único. Hasta la fecha se han localizado y excavado seis de estos anillos, no todos de forma circular, aunque sí están todos ellos culminados en su centro por un par de T’s más prominentes. El número total de monolitos desenterrados supera ya los 40, pero se sabe que hay muchos más. El escaneado del terreno ha detectado bajo tierra al menos dos decenas de estos recintos, de diferentes formas: circulares, ovales, cuadrangulares o poligonales.
Una mina
Entre el material extraído se han hallado además multitud de objetos, como estatuas de diferentes tamaños (jabalíes y otros cuadrúpedos sin identificar, e incluso una figura humana con un poderoso falo erecto), infinidad de herramientas de sílex y una buena provisión de botones líticos, quién sabe si procedentes de antiguas prendas ceremoniales. Pero el testimonio más abundante lo forma la extraordinaria cantidad de huesos de animales salvajes encontrada. Según los arqueólogos, hay más fósiles en un metro cuadrado de Göbekli Tepe que en el conjunto de muchos otros yacimientos. La especie más frecuente es la gacela, aunque también hay uros, onagros, jabalíes, ciervos o aves. Los huesos aparecen machacados y con el tuétano extraído, lo que indica que son restos de comidas e identifica a los comensales como un pueblo de cazadores-recolectores.
A pesar de que tal abundancia de restos de presas es señal inequívoca de una presencia humana masiva, hasta ahora no se ha localizado tumba alguna, ni tampoco asentamientos permanentes. Esta circunstancia ha llevado al profesor Schmidt a la convicción de que los pilares representan a deidades prehistóricas y de que Göbekli Tepe fue un lugar de peregrinación espiritual: el primer santuario construido por la Humanidad. Una convicción que para algunos académicos no pasa de ser una hipótesis plausible y para otros –los menos– es, simplemente, una conclusión precipitada. Sea como fuere, el hallazgo es aún reciente, y las excavaciones solo cubren una pequeña parte del yacimiento, por lo que cualquier interpretación debe considerarse preliminar. Costará décadas dar respuesta a todos los interrogantes que el sitio plantea.
Un secreto enterrado bajo una colina artificial
Sea o no un templo, Göbekli Tepe es, sin duda alguna, la obra de arquitectura megalítica más arcaica de la que se tiene noticia. Su tamaño (hasta 15 metros de sedimentos acumulados sobre una superficie de unas 9 hectáreas), la ingente cantidad de fósiles que acumula y, sobre todo, su fabulosa antigüedad (décimo milenio a. C., y no se descarta que pueda haber estratos anteriores a esa fecha) han convertido ya a este yacimiento en uno de los descubrimientos más importantes de la historia de la arqueología.
Pero ahí no acaban las preguntas. Por alguna razón que solo ellos conocieron, los cazadores-recolectores que construyeron Göbekli Tepe decidieron abandonarlo dos milenios más tarde. Por fortuna, antes de eso tuvieron también la exquisita atención de enterrarlo por completo, lo que ha permitido que se conservara hasta nuestros días. Parece ser que durante los 2.000 años en que este lugar permaneció activo, la práctica de enterrar estos presuntos templos para construir otros encima fue habitual cada pocos siglos. Por qué lo abandonaron definitivamente y, sobre todo, por qué se tomaron la colosal molestia de mover toneladas y toneladas de tierra, basura y escombros para taparlo todo y dejarlo convertido en una colina artificial son enigmas apasionantes. Su solución, de momento y dada la escasa información disponible, cae más en el terreno de la fe y la imaginación que en el de la ciencia. De hecho, los motivos espirituales encabezan la lista de las conjeturas más manejadas.
Un móvil en la tumba de Tutankamón
La ciencia, y en particular la antropología, bastante tiene con tratar de encajar este nuevo escenario en su concepción tradicional de Neolítico. Dicho encaje se antoja a primera vista imposible sin hacer también ajustes importantes en ese concepto clásico. Y es que una construcción de estas características ubicada en el siglo XCVII a. C. supone un verdadero terremoto para nuestro plácido concepto de civilización. Si se hubiera encontrado un smartphone en la tumba de Tutankamón, el shock cronológico no habría sido mayor: entre los móviles de última generación y el reinado del famoso faraón median poco más de 3.300 años; entre los arquitectos de Göbekli Tepe y Tutankamón transcurrieron 8.300.
El escollo principal consiste en conciliar una obra así en el contexto de un pueblo de cazadores-recolectores. Si los arquitectos y artistas de Göbekli Tepe hubieran podido pasar por un ejemplo muy precoz de pueblo sedentario agrícola o ganadero, las dificultades para encuadrar su descubrimiento habrían sido menores para los antropólogos. Sin embargo, el registro fósil sugiere con fuerza –casi demuestra– que estos antepasados prehistóricos se ceñían a la caza y la recolección estacional como medio de subsistencia. Hasta finales del siglo pasado (hasta que comenzaron a publicarse los resultados de esta y otras excavaciones de la región, como el tristemente anegado yacimiento de Nevali Çori), los cazadores-recolectores eran considerados sociedades muy primitivas que vivían en pequeños grupos o clanes familiares de unas pocas decenas de individuos, seminómadas que habitaban en cuevas o en refugios rudimentarios construidos con madera y pieles.
Este supuesto era, a todas luces, erróneo. Las piedras de Göbekli Tepe nos enseñan que las comunidades humanas de finales del Pleistoceno ya poseían la organización social, la capacidad de abstracción y los conocimientos y la pericia técnica y artística necesarios para erigir monumentos como este. Extraer y mover bloques de caliza de más de 10 toneladas sin conocer ni los metales ni la rueda ni las bestias de carga es una hazaña formidable que exige el concurso de varios centenares de personas trabajando de manera coordinada (la media estimada es de unos 50 individuos liberados durante varios meses para cada monolito). Tallarlos, levantarlos y conseguir que permanezcan en pie es toda una obra de ingeniería solo posible aplicando unas aptitudes que requieren siglos, quizá milenios, de especialización. Grabarlos tan primorosamente y con tal profusión de detalles denota una destreza, un talento y una inquietud artística impropios de un grupo de cazadores-recolectores. Quienes construyeron esta Colina Panzuda hace casi 12.000 años hacían algo más que cazar y recolectar. Entre sus gentes había arquitectos, ingenieros, albañiles, artesanos y artistas. Y también, probablemente, sacerdotes o jefes-chamanes que encauzaran voluntades y coordinaran esfuerzos.
Primero el templo, después la ciudad
A la luz de esta nueva evidencia, es obvio que las ideas clásicas sobre el origen de la civilización estaban equivocadas de medio a medio. Tradicionalmente, se ha admitido como válido que fue la agricultura lo que llevó al hombre a adoptar un modo de vida sedentario. Según esto, fue la domesticación de plantas y animales lo que obligó a nuestra especie a vivir en asentamientos que congregaban a comunidades cada vez más numerosas. Ello propició, a su vez, la disponibilidad de los recursos y el tiempo necesarios para dedicarse a otras tareas que no fueran procurarse el sustento. Entre estas tareas figura la de fundar una religión y un gobierno institucionalizados y construir templos y ciudades; en otras palabras: la tarea de civilizarse.
Ahora sabemos que la prehistoria no fue así. Dado que, en nuestro universo conocido, los efectos suceden a las causas y no al revés, hoy es ya insostenible que la sedentarización pudiera ser consecuencia de la agricultura. El ser humano ya estaba organizado en sociedades más o menos complejas y especializadas antes de aprender a trabajar la tierra. Si la tesis de Schmidt se confirma, si Göbekli Tepe resulta ser el primer templo construido por el hombre, la religión (entendida como institución, no como culto totémico) podría no solo no ser un efecto de la sedentarización, sino que incluso podría empezar a considerarse una de sus causas. Una hipótesis que Schmidt resume en una sola frase: «Primero el templo, después la ciudad».
Por otro lado, y con independencia de si Göbekli Tepe es una obra civil o religiosa, ¿podemos, contemplando esos gigantescos pilares grabados hace cerca de 12.000 años con esos símbolos ancestrales, negar a sus artífices el grado de civilizados, aunque no vivieran en ciudades? Resulta complicado sin acotar y revisar primero nuestro concepto de civilización.
¿Con la religión hemos topado?
Aparte su espectacularidad, su pasmosa antigüedad y su misterioso enterramiento, otra de las sorpresas que depara Göbekli Tepe es la discreta difusión que ha conseguido. Fuera de las publicaciones científicas y académicas, este increíble hallazgo ha pasado prácticamente desapercibido. Los periódicos generalistas han informado sobre él en uno o dos artículos –o en ninguno– en los últimos años, y revistas como Smithsonian (2008) o National Geographic (2011) le han dedicado sendos reportajes. También ha comenzado a aparecer en algunos documentales divulgativos de ciencia y paraciencia. National Geographic ha producido un interesante monográfico de 45 minutos con el sugerente título Lost Civilisation (2012), es decir, Civilización perdida. En Alemania llegó a montarse una exposición con réplicas de algunos pilares. Pero, en líneas generales, Göbekli Tepe o no ha llegado al gran público o ha llegado sin que se le concediera la importancia que merece.
Cabe plantearse si esa falta de entusiasmo y espacio en los divertimedia no tendrá algo que ver con la incomodidad que para las grandes confesiones monoteístas actuales supone la posible existencia de una religión prehistórica muy anterior a ellas. Se da la circunstancia de que La Gloriosa Urfa (Sanliurfa, la ciudad actual más próxima a Göbekli Tepe) presume de ser la cuna del patriarca Abraham, o al menos, una de ellas. Y precisamente las tres primeras religiones abrahámicas, judaísmo, cristianismo e islamismo (cuyos fieles suponen, en total, más de la mitad de la población mundial) comparten el mito de la creación. Diferentes autores sitúan la fecha de la creación en los años 3759 a. C. (Ibn Daud, 1161), 3952 a. C. (Beda, 710), 3992 a. C. (Kepler, 1615) ó 4000 a. C. (Newton, 1728). Estas referencias pueden parecer muy antiguas y, ciertamente, lo son; pero también es cierto que los cálculos contemporáneos, si bien no menos eruditos, tampoco han aportado nada nuevo, más allá del innegable mérito de atribuir a Jesús de Nazaret un último milagro póstumo: el de haber nacido entre los años 6 y 4 antes de Cristo. No hay que olvidar que toda estimación de la cronología bíblica toma como base los relatos y el árbol genealógico del Génesis y se elabora sumando las edades de unos grandes patriarcas (héroes o semidioses, para otras mitologías precristianas) divinamente dotados de una longevidad excepcional: Adán (930), Matusalén (969), Noé (950),… Con semejantes premisas, cualquier discusión sobre el rigor empírico de los datos es pura retórica.
El caso es que las tradiciones judía, cristiana y musulmana ubican la creación alrededor de 6.000 años antes de nuestro siglo XXI, o sea, 5.600 años después de la construcción de Göbekli Tepe. Si a los jerarcas de estas tres religiones dominantes ya les cuesta un esfuerzo ímprobo reconocer, entender y aceptar a Darwin, no es difícil imaginar las trabas que son capaces de poner –y que, tal vez, ya estén poniendo– para admitir que las piedras de Göbekli Tepe lo cambian todo. Ya no se trata de que hubiera hombres antes de Adán. Lo que ahora se discute es si había dioses seis milenios antes de Dios, Alá o Jehová. Y eso ya son Palabras Mayores.
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Texto: Carlos Delgado

Publicado con permiso del autor bajo licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0

martes, 12 de junio de 2012

Un rescate me mandan los mercados (soneto eufemístico)


Un rescate me mandan los mercados,
y yo siempre negué tal disparate;
cien mil millones dicen que es rescate,
mas si lo llamo así, estoy acabado.

Chantaje le dirán los enterados,
pero yo no entraré en ese debate;
si llegara a la prensa tal dislate,
los míos se sentirían estafados.

"No habrá rescate", dije y lo mantengo,
más allá de sutilezas contables.
A una cifra de tan alto abolengo

ha de asignarse un nombre más amable.
¿Limosna? ¡No!, ni ayuda… ¡Ya lo tengo!:
¡préstamo en condiciones favorables!

                           Mariano Manostijeras


Red Kite. Junio 2012.

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Texto disponible bajo licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0

martes, 31 de enero de 2012

La muerte de El Senador (crónica longeva)

El Senador en los locos Años 20.
El pasado lunes 16 de enero fallecía en su Longwood natal (condado de Seminola, FL, EE UU) el habitante más singular de la península de Florida. El Senador, como era conocido en todo el país, pereció abrasado a primeras horas de la mañana en un incendio cuyas causas se desconocen. Era un personaje muy querido en su tierra. El estado de Florida, Estados Unidos y el mundo entero lloran su pérdida. Era el norteamericano más longevo al este del río Misisipi. Aunque su edad exacta ha sido siempre un misterio, se estima que en el momento de su muerte rondaba los 3.500 años.
El Senador era un ciprés de los pantanos (Taxodium ascendens) que ya contaba tres milenios cuando los europeos avistaron por primera vez las costas de Florida en las postrimerías del siglo XV. Su edad, sus 38 metros de altura (a pesar de haber perdido su copa en 1925 como consecuencia de un huracán) y su portentoso tronco de más de cinco metros de diámetro lo habían convertido en la mayor atracción turística de Florida hasta la construcción de Disneylandia.
Para los indios seminola, que habitan estas tierras desde principios del siglo XVIII, y para otras tribus descendientes de la civilización del Misisipi, era algo así como el Árbol Madre. Lo veneraban como a un anciano impasible que siempre había estado allí. Como a un dios inmortal que constataba lo efímero de la vida humana.
No es fácil, partiendo de nuestra concepción antropocéntrica del tiempo, hacerse una idea de lo que puede suponer una vida de 3.500 años. Por eso hemos trasladado la vida de El Senador a un solo año de 365 días y hemos recopilado unos cuantos hitos cronológicos repartidos a lo largo de ese periodo. Esta es la crónica, comprimida 3.500 veces, de la vida de este portentoso árbol contada a lo largo de un año en el que cada día corresponde casi a una década:
1 de enero. Nace El Senador en un terreno pantanoso a escasos kilómetros al oeste del lago que sería bautizado milenios más tarde como lago Jesup, en el seno de una alta familia de cupresáceas. Por esa época, el segundo faraón de la XVIII Dinastía, Amenofis I, gobierna Egipto. En la vieja Europa, aún están en la Edad del Bronce. En Asia Menor, ya llevan algún tiempo elaborando leyes y escribiéndolas sobre piedras. El código de Hammurabi tiene dos siglos y medio de antigüedad. Otro árbol singular de Norteamérica, Prometeo, cumple 1.400 años.
11 de enero. Nuestro Senador cumple su primer siglo de vida. Es ya todo un ciprés adulto hecho y derecho, esbelto y elegante, que hace tiempo que poliniza. Su ubicación en una ciénaga a 50 kilómetros al oeste de la costa oriental de Florida ha propiciado su crecimiento al margen de la presencia de las tribus cazadoras-recolectoras de la zona.
11 de febrero. Los fenicios fundan Gadir (Cádiz) el mismo día que El Senador cumple cuatro siglos.
3 de marzo. Aproximadamente en esta semana se escribieron la Iliada y la Odisea. Nuestro protagonista tiene ya seis siglos.
14 de marzo. A medianoche se celebran por primera vez en Olimpia unos Juegos que llegarán a hacerse muy famosos.
17 de marzo. Roma ya está fundada.
6 de abril. Nace Buda. Al día siguiente, nace Confucio.
12 de abril. El Senador cumple 1.000 años. Para celebrarlo, los atenienses inventan la democracia.
16 de abril. Termina la construcción del Partenón.
23 de abril. Muere Sócrates.
1 de mayo. Alejandro Magno derrota a los persas de Darío III en Gaugamela (Irak).
14 de mayo. Se esculpe en Menfis (Egipto) la Piedra Roseta.
3 de junio. Nuestro ciprés cumple 1.500 años. En conmemoración, nace Jesús de Nazaret. Y nace también, a escasos metros de El Senador, otro ciprés de su misma especie al que acabarán llamando Lady Liberty.
13 de julio. El cristianismo adopta el canon bíblico tal y como ha llegado hasta nuestros días. Al día siguiente, el emperador romano Teodosio I convierte el cristianismo en la religión oficial del Imperio antes de dividirlo en dos: Oriente y Occidente.
16 de julio. Los visigodos saquean Roma, ciudad que había permanecido sin conquistar durante ocho siglos.
23 de julio. Caída del Imperio Romano. Fin de la Edad Antigua. Pasado mañana, El Senador cumplirá 2.000 años.
8 de agosto. Muere Mahoma.
26 de agosto. Coronación de Carlomagno como emperador de Occidente.
12 de septiembre. Muere Adberramán II. El Califato de Córdoba está en su apogeo.
16 de septiembre. El Senador cumple 2.500 años, mientras el explorador viquingo Leif Eriksson, hijo de Eric el Rojo (colonizador de Groenlandia), desembarca en algún lugar de la costa canadiense. La suya fue la primera expedición europea en poner pie en suelo americano.
25 de septiembre. Se funda la Universidad de Bolonia.
26 de septiembre. El Cid conquista Valencia. Dos horas y media después, comienza la Primera Cruzada.
5 de octubre. El reino de Jerusalén cae en manos de Saladino. Cuentan que el Papa muere al conocer la noticia. El nuevo Papa considera la derrota en Jerusalén un castigo divino por los pecados de Occidente. Esa misma tarde comienza la III Cruzada para reconquistar Tierra Santa a los infieles, al mando de Ricardo Corazón de León y Barbarroja.
7 de octubre. IV Cruzada y saqueo de Constantinopla.
10 de octubre. Se crea el precursor del Tribunal del Santo Oficio o Santa Inquisición.
12 de octubre. Alfonso X, apodado El Sabio, es coronado rey de Castilla y de León.
17 de octubre. Marco Polo es apresado y comienza a dictar la historia de sus viajes. Dante empieza a escribir su Divina Comedia.
22 de octubre. La peste asola Europa. Se calculan 25 millones de muertos en el continente, además de otros 30-40 millones en Asia y África.
1 de noviembre. Aparición de la imprenta.
2 de noviembre. Caída de Constantinopla y del Imperio Bizantino.
6 de noviembre. Con la caída de Granada cae el último reino musulmán de la Península Ibérica. La primera expedición de Colón avista tierra y desembarca en las Bahamas, a pocos cientos de kilómetros de El Senador. Es el fin de la Edad Media. Y es también el fin de la tranquilidad para nuestro ciprés, que hoy cumple 3.000 años, y para muchas otras criaturas vegetales y animales que han vivido hasta ahora en paz y armonía en lo que los europeos llamarán el Nuevo Mundo. Colón regresa a España, aunque esa misma tarde ya está de vuelta con su segunda expedición, compuesta por 1.200 almas; entre ellas, un vallisoletano llamado Juan Ponce de León.
7 de noviembre. El italiano Giovanni Caboto, al mando del Mathew, un pequeño barco de pabellón inglés, desembarca en algún punto de Terranova. Antes de regresar a Inglaterra, navega en dirección sur a lo largo de la costa oriental de Norteamérica hasta la península de Florida. Es, probablemente, la primera vez que El Senador contempla un barco desde su formidable atalaya a 50 metros del suelo.
8 de noviembre. Leonardo termina su Mona Lisa. Epidemia de viruela en La Española que diezma las poblaciones indígenas. La enfermedad no tardará en adentrarse en el nuevo continente. Esa misma noche, Copérnico enuncia su teoría heliocéntrica.
9 de noviembre. Juan Ponce de León, al frente de una expedición de 200 hombres, desembarca en la costa atlántica de Florida, en algún punto entre San Agustín y Cabo Cañaveral. Inmediatamente toma posesión en nombre de la Corona española de lo que él cree que es una isla y la bautiza con el nombre de La Florida. Hasta el pie de nuestro ciprés comienzan a llegar, moviéndose por la ciénaga con asombrosa agilidad e incluso con deleite, unos extraños mamíferos que El Senador no había visto nunca antes en su milenaria vida: son cerdos domésticos, primeros europeos en establecer contacto con nuestro anciano árbol. El intercambio colombino ha comenzado. Este mismo día, Maquiavelo escribe El Príncipe, y Tomás Moro, Utopía. Al otro lado del golfo de México, Hernán Cortés procede a la conquista del territorio azteca, que tendrá consecuencias desastrosas para los aztecas. Una parte considerable de su población muere de viruela. A media tarde, el último emperador azteca se rinde ante Cortés. Horas después, Ponce de León cae herido mortalmente por una flecha  envenenada disparada por un nativo de la tribu de los Calusa, un pueblo de pescadores del suroeste de Florida. La historia contará que Ponce había ido en busca de la fuente de la eterna juventud.
10 de noviembre. En apenas siete horas y media, Elcano completa la primera vuelta al mundo. Otro español, Pánfilo de Narváez, adelantado del rey Carlos I, desembarca con 300 hombres en la costa occidental de Florida, al norte de la bahía de Tampa. Para sorpresa de los nativos, Narváez procede a declarar con pompa y circunstancia su condición de gobernador real de La Florida y lee el Requerimiento, en el que se notifica (¡¡en castellano!!) a todos los habitantes que aquellas tierras pertenecen a Carlos I, por orden del Papa. Asimismo, se les da a elegir entre convertirse al cristianismo o convertirse en enemigos de la Corona española con todas sus consecuencias. Como era de esperar, los indios se muestran escasamente impresionados y hostigan a los hombres de Narváez durante todo su viaje al norte en busca de oro. La desastrosa expedición termina 20 horas (ocho años) después, con solo cuatro supervivientes.
11 de noviembre. Hernando de Soto toma tierra al sur de la bahía de Tampa, en la costa occidental de Florida, unos 150 km al suroeste de El Senador. La expedición la componen nueve naves, más de 600 hombres y 220 caballos. De Soto se adentra en la península y emprende viaje hacia el norte. Los nativos, que ya conocen por Narváez los métodos de los españoles, se muestran poco amistosos. Se establece un campamento provisional en tierras de los Acuera, una tribu de indios Timucua, a escasos kilómetros al oeste de El Senador. Algunos exploradores consiguen llegar a sus inmediaciones. Es el primer contacto de nuestro ciprés con humanos europeos. Los intentos de De Soto en pro de una sumisión pacífica de los indígenas reciben una insolente respuesta del jefe Acuera: él también es rey y decapitará a dos españoles al día mientras permanezcan en sus tierras. Y cumple su palabra. La expedición española, más cautelosa y respetuosa, sigue rumbo norte y se adentra en el valle del Misisipi, descubriendo un buen número de pueblos igualmente remisos a someterse.
14 de noviembre. Primeros combates entre europeos en el Nuevo Mundo. Mientras la flota francesa sucumbe en la costa occidental de Florida a una feroz tormenta, tropas españolas al mando del almirante Pedro Menéndez de Avilés arrasan Fuerte Carolina (en la actual Jacksonville), una colonia francesa a 150 kilómetros al norte de El Senador. Es el primer contacto de nuestro milenario ciprés con una barbarie desconocida hasta entonces.
16 de noviembre. El papa Gregorio XIII impone el calendario gregoriano, que sustituye al juliano.
18 de noviembre. Shakespeare publica sus obras Julio César, Hamlet y Otelo, por ese orden. Fracasa el plan de Guy Fawkes y sus hombres para volar el Parlamento inglés. En España, ve la luz la primera parte de El Quijote. Shakespeare sigue muy ocupado: esa misma tarde, publica El rey Lear, Macbeth, y Antonio y Cleopatra, entre otras.
21 de noviembre. Juicio a Galileo en Roma.
24 de noviembre. Fundación de la Royal Society. Esa noche, el Gran Incendio de Londres arrasa la ciudad y deja a 80.000 londinenses sin hogar.
27 de noviembre. Newton enuncia su Ley de la gravitación universal.
29 de noviembre. Felipe de Anjou sale victorioso de la Guerra de Sucesión española. Los Borbones se instalan en España.
30 de noviembre. El Senador y todo el norte de Florida comienzan a sentir los efectos de la presión humana. Los indios Cheroki se han aliado con los colonos ingleses de Carolina del Sur en contra de los Maskoki (Creek), que son empujados al sur, hacia Florida. Paralelamente, muchos esclavos negros penetran en Florida por el norte huyendo de la esclavitud. En San Agustín y en otros asentamientos del norte de Florida, también hay esclavos, pero las leyes españolas son menos rígidas: los esclavos tienen derecho a tener dinero, las familias no pueden ser separadas, y cualquier esclavo puede denunciar a su señor por abusos inhumanos. Muchos de estos esclavos acabarán engrosando las tribus indias de la zona.
1 de diciembre. El comercio con las Indias españolas provoca el primer gran crack bursátil de la historia de América. La inglesa Compañía de los Mares del Sur llega a multiplicar por 10 el valor de sus acciones en solo unos meses. El pinchazo de la burbuja hace caer al Parlamento inglés, y los responsables de la compañía acaban en la Torre de Londres.
5 de diciembre. Declaración de Independencia de Estados Unidos.
8 de diciembre. Tropas napoleónicas encuentran en Egipto la piedra Roseta, dos milenios después de que fuera esculpida. Este descubrimiento va a revolucionar el conocimiento de la Era Antigua.
12 de diciembre. Los indios seminola que habitan la península de Florida, descendientes de los pueblos Maskoki (Creek), se niegan a aceptar el Acta de Reubicación que los obliga a instalarse en reservas. Comienza la II Guerra Seminola.
14 de diciembre. Termina la III Guerra Seminola, de pésimo recuerdo para los indios. Más de 3.000 son trasladados a las reservas. Entre 200 y 300 permanecen en Florida, ocultos en ciénagas como la que rodea a El Senador.
15 de diciembre. Lee rinde su ejército en Virginia. La Guerra de Secesión americana ha terminado.
16 de diciembre. El Senador contempla por primera vez la “serpiente de fuego”, como la llaman los indios. El ferrocarril ha llegado a Florida. Este hecho, unido a la fama de nuestro ciprés, hace que comience el desfile de turistas interesados en visitar al Gran Árbol.
21 de diciembre. El Senador, que ha resistido docenas y docenas de huracanes en sus más de 3.400 años, no puede resistir al de este día. Privado de la protección de sus antaño numerosos congéneres, nuestro ciprés no puede soportar el fortísimo viento, que se lleva casi 15 metros de su orgullosa copa. Esa misma tarde, el senador Moses Overstreet, dueño de este árbol y de los terrenos circundantes, cede al condado su propiedad para la construcción de un parque, hecho que constituye el auténtico bautizo de esta cupresácea con el nombre de El Senador. El crack bursátil en Nueva York se extiende por todo el mundo civilizado. Es la Gran Depresión.
22 de diciembre. Hitler invade Polonia. La II Guerra Mundial ha comenzado.
23 de diciembre. Bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. Fin de la II Guerra Mundial.
25 de diciembre. Construcción del Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral. Horas después, Donald Rusk Currey, un estudiante con una beca de la Universidad de Carolina del Norte, entra por méritos propios en el Guiness de los necios: para averiguar la edad exacta de un pino longevo (Pinus longaeva) del este de Nevada llamado Prometeo, solicita y obtiene permiso para talarlo. Una vez abatido, descubre que contaba 4.844 años. Era por tanto, el árbol más viejo del planeta. A última hora de la noche y con un estruendo ensordecedor, una gran bola de fuego y humo abandona el suelo a unas decenas de kilómetros al este de El Senador y se dispara hacia el cielo liberándose de la gravedad terrestre. Menos de dos minutos (cuatro días y 13 horas) después, Armstrong pone el pie en la Luna.
26 de diciembre. A escasos kilómetros de El Senador, abre sus puertas un nuevo parque de atracciones al que llaman DisneyWorld.
27 de diciembre. La empresa Tower Chemical Company, fabricante de pesticidas, hace un vertido tóxico en el lago Apoka, a pocos kilómetros al suroeste de El Senador. El desastre ecológico resultará fatal para los acuíferos, sobre todo para la población de caimanes.
28 de diciembre. Cae el muro de Berlín.
29 de diciembre. Atentado de las Torres Gemelas.
31 de diciembre. A medianoche, justo cuando el reloj se dispone a dar los cuartos, un incendio de causas desconocidas se desata dentro de la parte superior del tronco de El Senador. Ni Lady Liberty, otro ejemplar vecino de ciprés de los pantanos que acaba de cumplir su segundo milenio, ni los bomberos locales pueden hacer nada para atajar el fuego. Según testigos presenciales, el árbol arde “de dentro a fuera, como una chimenea”. El Senador, con sus 3.500 años de historia, acaba de morir. Descanse en paz.

Red Kite. Enero 2012.
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