viernes, 29 de julio de 2011

Las protestas sí son para el verano (crónica del 23 y 24J en Madrid. 2ª parte)

La Revolución toma Neptuno.
Como contamos en la primera parte de esta crónica, la mañana del pasado domingo 24J junto al Palacio de Cristal del Retiro estuvo bastante animada. Las conclusiones de los distintos grupos de trabajo se pusieron en común en una multitudinaria Asamblea General que se prolongó hasta pasadas las dos de la tarde.
Nos llaman la atención, no obstante, algunos parámetros excesivamente rígidos del modelo asambleario. No parece fácil para quienes llegan tarde sumarse a los distintos grupos de trabajo. Los turnos de palabra son muy estrictos, y echamos en falta una información clara y accesible que nos explique cuáles son los criterios y protocolos de acceso. Ni siquiera en los grupos más pequeños, que no llegan a una docena de personas, se aceptan de buen grado las aportaciones externas. En uno de ellos, uno de nuestros compañeros es silenciado con palabras y modos nada cordiales. Algo inexplicable en un movimiento que presume de horizontal e inclusivo. Tampoco está claro quién y cómo designa a los distintos moderadores que parecen llevar la voz cantante. No hay un panel informativo que explique los roles y los procesos. No hay libro de instrucciones. No hay estatutos, jerarquías ni organizaciones. Pero hay moderadores, que no sabemos de dónde salen. La clave parece ser el hecho de portar un megáfono. Eso y estar autorizado por no se sabe quién para usarlo. Por desgracia, el nuestro se quedó sin pila la noche anterior…
Es ya casi la hora de comer cuando conseguimos localizar a la gente con la que habíamos quedado para tratar el tema del proceso constituyente. Como estos asuntos no es bueno abordarlos con el estómago vacío, decidimos posponer la reunión para la tarde. «A las cuatro en el punto de información» (un modesto y anónimo árbol al que han bautizado con ese curioso nombre). Bajo un sol de justicia, salimos del Retiro y nos vamos a picar algo.
Asamblea junto al Palacio de Cristal del Retiro
A la hora convenida, estamos allí de nuevo. En principio, somos pocos, pero en cuanto nos sentamos en la hierba comienza a arrimarse más gente. El grupo de trabajo ‘Nueva Constitución’ acaba de constituirse. Curiosamente, uno de los primeros en agregarse es alguien a quien nadie parece conocer y que se presenta como miembro de una de las comisiones de Acampada Sol. Nos aclara que le parece «perfecto que hayáis formado vuestro propio grupo de trabajo» –aunque su cara y sus gestos indican lo contrario– y se autopropone como moderador. Según él, es «fundamental aclarar el tema de la moderación», para lo que se ofrece como «micromoderador, si no os oponéis» dado que cuenta «ya con una amplia experiencia en moderación asamblearia». Algunos de los allí reunidos nos miramos perplejos, como cuestionándonos la necesidad de una micromoderación externa y, sobre todo, preguntándonos si con lo de «amplia experiencia» se referirá a las escasas semanas de vida del movimiento o a un currículum algo mayor. Por su rostro, aparenta no haber cumplido los 25. Para su desencanto, nombramos por nuestra cuenta a otra persona para que anote las peticiones y conceda los turnos de palabra.
El caso es que la sesión empieza –moderada y, además, micromoderada–, y pasamos a presentarnos y a comentar brevemente nuestras perspectivas personales en materia constitucional. Si la memoria no nos falla –no tenemos acta aún–, allí había gente de Albacete, Asturias, Barcelona, Cáceres, Coruña, Granada, Guadalajara, Madrid y Valencia, al menos. Tal y como nos temíamos, el primero, y casi el único, en interrumpir (o en intentarlo, según los casos) es precisamente el individuo que intentó erigirse por su cuenta en micromoderador, que interviene con actitud casi boicoteadora para introducir matices claramente secundarios. Tanto es así, que la primera rueda de turnos no llega a completarse, porque surge el primer encontronazo serio. Uno de los miembros, cansado ya –y con razón– de tanta zancadilla, se rebela sin contemplaciones: «Y a ti, ¿quién te ha dado la palabra?». «Yo estoy aquí para moderar, y lo que no puedes decir…» «No: tú no eres el moderador. Tú, ¿quién eres para decirme lo que yo puedo decir…?» La cosa sube de tono y termina con la microdimisión del pretendido micromoderador, que abandona el grupo con malos modos al comprobar que le resulta imposible reconducir el asunto por donde parece que a él le gustaría.
Y es que lo llaman micromoderar, y no lo es. Es más bien reventar el discurso de los ponentes cada vez que se expone una propuesta con sentido, para desestimarla porque «ese tema ya lo está llevando la comisión de…» Se supone que se trata de un movimiento sin jerarquías ni burocracias, pero lo cierto es que sí parece haber pegas jurisdiccionales: un grupo de trabajo no debe invadir el terreno de una comisión. La estructura es horizontal, pero compartimentada y con clases. Es una actitud que, en el mejor de los casos, suscita muchas dudas; en el peor, disipa cualquier duda.
La glorieta de Atocha, a reventar. La marcha va a empezar.
Por fortuna, sin micromoderación la cosa se hace más fluida. Básicamente, se acuerda dividir las estrategias en dos líneas: por un lado, la que atacará el proceso constituyente de manera integral con el objetivo de elaborar un nuevo Texto; por otro, la que propondrá cambios menos ambiciosos –al menos, en número– y más concretos. También se recogen las direcciones de correo electrónico de los asistentes para seguir en contacto a través de la lista de correo creada ad hoc y coordinada por uno de los miembros. No se puede decir que sean avances demasiado significativos, pero la sensación final, una vez superados los problemas jurisdiccionales, es bastante positiva.
Satisfechos con la reunión, aunque mosqueados por los comportamientos tan sospechosos que hemos referido, nos dirigimos a Atocha para tomar parte en la manifestación. El gentío es impresionante: millares de personan copan la glorieta de Carlos V y las confluencias con las calles adyacentes. Multitud de pancartas y de cámaras fotográficas. Con la mente todavía alerta por lo vivido en la reunión, no hacemos más que ver infiltrados por todas partes. Pero pronto nuestros resquemores se diluyen ante el éxito de la convocatoria. Comienzan a corearse las primeras consignas. Desde las más conocidas de verso libre («Lo llaman democracia, y no lo es»), pasando por otras más atrevidas y revolucionarias con rima consonante («Los Borbones, a los tiburones») hasta la más celebrada y visceral con pseudorrima («Illa, illa, illa, Botín hijo de p.»). El evento es realmente emocionante. Por momentos, parece que no vamos a caber todos en la plaza. Y la verdad es que no cabemos.
La marea humana inunda el paseo del Prado
Por fin, con veinte minutos de retraso (18:50), la manifestación se pone en marcha. Una impresionante marea humana avanza a paso lento inundando el paseo del Prado por ambos laterales. Solo el bulevar central queda ligeramente más despejado. El ambiente es de fiesta absoluta, y las pancartas, muy abundantes, son de lo más original. La gigantesca comitiva se detiene frente al Ministerio de Sanidad, donde aumentan los decibelios. Ya en Neptuno, el grueso de la marcha se dirige hacia el final de la carrera de San Jerónimo, donde una nube de policías y vallas nos impiden acercarnos más al Congreso. Algunos increpan con cánticos a los uniformados; otros simplemente levantan las manos para indicarles cuáles «son nuestras armas». Los más atrevidos, posan desnudos para la posteridad.
La foto que El País no quiso en su portada del lunes.
Antes de que la plaza de Neptuno se llene, la cabecera de la manifestación continúa paseo arriba hacia Cibeles. Atravesamos el campamento donde hemos pasado la noche. Al llegar a la plaza de la diosa, el panorama más despejado de árboles nos permite hacernos una idea más clara del éxito de la convocatoria. Alrededor de cincuenta mil personas, calculamos mientras subimos por la calle de Alcalá hacia la Puerta del Sol. Una cifra demoledora, si se tiene en cuenta que estamos en verano y que una parte importante de los manifestantes hemos tenido que recorrer muchos kilómetros para asistir. En la ‘V’ entre Alcalá y Gran Vía, el grupo se divide. Los más despistados (u osados) improvisan su recorrido por la Gran Vía tras mostrar su indignación frente a la sede del banco de Botín. Pero, a pesar de dividirse, el río humano parece no tener fin. Desde la parte más alta de Alcalá todavía puede verse gente que aún sigue en Cibeles. Fotos y más fotos. No es para menos. Nadie quiere perder la oportunidad de inmortalizar el momento.
Llegada a la Puerta del Sol. Lleno absoluto.
Al llegar a Sol, el oso y el madroño nos reciben junto a una pancarta que reza: «Bienvenida, dignidad». La valla del edificio del Tío Pepe (en obras y sin su habitual cartel con la botella y su chaquetilla) sirve de improvisado instrumento de percusión para ponerle un ensordecedor redoble al encuentro. Los más atrevidos trepan hasta lo más alto para saludar desde allí a la muchedumbre. A sus pies se despliegan pancartas verticales que salpican la fachada de mensajes indignados. La Puerta del Sol hierve una vez más con el clamor ciudadano, en una imagen de civismo y compromiso que empieza a ser preocupantemente habitual para algunos descastados que ven peligrar su estatus indecente. Pero esos no están aquí hoy. Hoy la plaza es nuestra. Y la razón. Y el futuro.

Red Kite, julio 2011.

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Sol renaciente                                                                        Queridos represores


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martes, 26 de julio de 2011

Sol renaciente (Crónica del 23 y 24J en Madrid. 1ª parte)

Es hora de contar lo que vimos y cómo lo vivimos. Hora de resúmenes y balances tras dos días de protestas y reivindicaciones. De plasmar en una crónica, negro sobre blanco, lo que ha sido este fin de semana del 23 y 24J en Madrid. Hasta ahora, sabíamos del 15M en la capital lo que nos habían contado. En esta ocasión, somos parte del espectáculo.

Cita en Atocha
La solidaridad se convierte en arte en la Puerta del Sol
Llegamos el sábado a media tarde, con la fresca. Atrás han quedado 300 kilómetros de meseta amarilla. No los hemos hecho andando; no estaba a nuestro alcance. Ni por tiempo ni, seguramente, por fuerzas. Habíamos olvidado lo que era Madrid en plena canícula, pero la primera bofetada de aire tórrido nos pone al día. Punto de encuentro: Atocha. Se agradece el cambio de temperatura en la estación. El móvil simplifica la búsqueda. Sonrisas y abrazos. «¡Ese compi…!», «¿qué pasa, campeón?» Para empezar, un refrigerio líquido (¡hay que ver cómo están los precios en la capital!) antes de encaminarnos hacia la meta de la protesta: la Puerta del Sol. Aunque el camino más corto es la calle de Atocha, decidimos subir por el paseo del Prado, buscando la zona de acampada. Ni una sola tienda hasta Neptuno. Aún es pronto. La vía directa desde aquí hasta Sol, la carrera de San Jerónimo, está cortada por la policía. La sede de la soberanía popular, vedada al Pueblo. La ruta alternativa pasa muy cerca de la centenaria taberna La Dolores. Sería imperdonable no hacer una parada para deleitarse con esa caña exquisita –no es publicidad; es un aviso para navegantes. En muchos otros locales de esta villa, lo llaman una caña, y no lo es–. Tras la cañita restauradora, seguimos camino resoplando, dado que la cuesta es pronunciada y la sombra, escasa.
Con los pies recalentados por el ardiente suelo madrileño, nos plantamos en Sol. Poca gente aún, pero los tenderetes ya están montados. Cocina, biblioteca, punto de información… Nos dirigimos a este último para verificar lo de la zona de acampada: «aquí…, en el paseo del Prado…, cada cual donde mejor le parezca». Como no es cuestión de ponerse a montar tiendas con semejante temperatura, decidimos ejercer de turistas curiosos mientras hacemos tiempo para esperar al resto de nuestra expedición. La exposición de frases, trajes y artilugios es de lo más singular. Las cámaras fotográficas echan humo. A esa misma hora, las seis y media, las marchas indignadas se ponen en camino desde distintos puntos de la capital.

Sol estaba de bote en bote. Imposible acercarse más.
Más encuentros
Mientras la Puerta del Sol sigue llenándose de gente, volvemos a Atocha (donde nos cruzamos con la Marcha Este; al menos, dos mil personas) para recoger a los demás compañeros de Iniciativa Debate, que llegan puntuales. De nuevo, besos y abrazos. Con el grupo –cuarteto– ya completo, nos volvemos a Sol, no sin antes compartir bocadillos. Cuando llegamos, ya están allí las diferentes marchas. En realidad, parece que se haya congregado todo el mundo en la plaza. Avanzamos con dificultad entre el gentío, intentando buscar un ángulo que nos permita ver, y sobre todo oír, mejor. Misión imposible, aunque conseguimos acercarnos lo suficiente para, al menos, oír por la megafonía a quienes intervienen en la megaasamblea. Demasiado mega para ser manejable. Por fortuna, esta no es noche de decisiones, sino de encuentros, reencuentros y celebraciones. El ambiente, sin perder su ánimo reivindicativo, es más lúdico que otra cosa. Voces de los sitios más variados de España nos cuentan su periplo por las carreteras y los pueblos concienciando almas y recogiendo inquietudes. Es muy celebrado el testimonio de Javier, un policía de Madrid que ha decidido unirse a los indignados y anima a sus compañeros a hacer lo mismo o a «dejar que los demás lo vivamos con nuestra locura pacífica y solidaria». Un gran gesto, muy emocionante, que pone al personal en pie. Más tarde, una voz femenina nos insta por megafonía a no acampar en Sol y a utilizar la zona habilitada en el paseo del Prado, donde «nos han cortado el agua, pero tenemos muy buenos fontaneros que lo han solucionado».
Está ya bien entrada la noche cuando decidimos buscar la comodidad de los establecimientos de hostelería cercanos, que no deben de tener muchas quejas, porque están atestados. En alguno de ellos, incluso se nos niega la entrada «si no vais a cenar». Decidimos darle un respiro a nuestras piernas en una terraza, donde nos sentamos a charlar y cambiar impresiones. En general, todos esperábamos más, aunque es innegable que el ambiente general es de gran euforia. Teníamos idea de reservar fuerzas para el día siguiente, pero al volver a Sol no podemos evitar tomar nuestro propio trozo de plaza, ya más despejada. No todos los días se tiene la oportunidad de sentarse en plena Puerta de Sol a charlar e intercambiar experiencias con desconocidos. Una nube de vendedores de refrescos enlatados nos acosa con pertinaz insistencia. A euro la lata; seis por cinco, ya a última hora.

Una noche en el paseo
Vista parcial del campamento improvisado en el paseo del Prado.
Entre pitos y flautas, son más de las tres de la madrugada cuando plantamos la tienda a pocos metros de Neptuno. No tardamos en caer rendidos al compás de una sonata de ronquidos en Sol mayor. Pronto nos unimos a la interpretación, a pesar del continuo ajetreo del tráfico de una ciudad que parece no descansar nunca.
Poco después de las ocho, el duro suelo nos hace abrir los ojos. Nos desperezamos con el cuerpo dolorido. La edad pasa factura. No pesan los años; pesan las décadas. Nos conjuramos para esmerarnos más con el despliegue logístico para próximas aventuras. Impelidos por una urgencia urinaria, entramos a desayunar en el Starbucks de Neptuno. Bañera de té y bañera de café con derecho a aseo, 700 lúas de las de antes. Es el precio de tomar algo debajo del hotel Palace. Volvemos a conjurarnos para buscar un patrocinador cara a futuros eventos. Desmontamos el campamento y nos encaminamos al Palacio de Cristal del Retiro dando un tranquilo paseo mientras la ciudad casi desierta comienza su actividad.

Asamblea General detrás del Palacio de Cristal, en el Retiro.
Las asambleas de cristal
Las asambleas interregionales comenzaban a las 11:00, pero los puntuales no somos más de tres o cuatro docenas. Entre los perezosos se encuentra el 50% de nuestra expedición. A mediodía ya están formadas las asambleas, separadas por áreas: Análisis, Comunicación, Coordinación Estatal, Economía, Estrategia, Internacional… Para la de Legal, finalmente no hay quórum. En total, cerca de dos millares de personas. Sin involucrarnos demasiado, tratamos de picotearlas todas. La palabra que más se repite es coordinación. Parece que, por fin, se reconoce la necesidad de estructurar mínimamente el movimiento para mejorar y centralizar la difusión y unificar esfuerzos sin duplicarlos. Hay sugerencias de todo tipo: desde las más ingenuas y difusas, que recuerdan una carta a los Reyes Magos, a las más sesudas y sólidamente argumentadas. En general todas son escuchadas con respeto y respondidas con el lenguaje de signos ya habitual. Más tarde, las conclusiones de cada grupo de trabajo se expondrán en una Asamblea General masiva.
No podemos reproducir aquí todas las propuestas que se lanzaron, ni pretendemos levantar acta de lo que se dijo en cada asamblea; entre otras cosas, porque no pudimos atender a todas. Sí hablaremos más despacio de algunos aspectos que nos chocaron del modelo asambleario, o de lo tratado en el grupo de trabajo que conseguimos reunir por la tarde para abordar el asunto al que bautizamos ambiciosamente con el nombre de Nueva Constitución. Y, por supuesto, contaremos cómo se desarrolló la impresionante manifestación del domingo por la tarde. Pero eso será en otro post. Hasta entonces.

Red Kite, julio 2011.

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Una noche en Casablanca                             Las protestas sí son para el verano


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martes, 19 de julio de 2011

Una noche en Casablanca (anecdotario de una traición)

Ayer fue el aniversario de una traición. Ayer se cumplieron 75 años desde que un grupo de militares coordinado y dirigido por el general Mola, decidieron romper su juramento de fidelidad a la República Española y levantarse contra ella para salvarla de sí misma.

El terror mola
General mola, pero mola más generalísimo.
La sublevación había sido cuidadosamente proyectada por Mola, verdadero cerebro de la operación. Ese papel, unido a su pasado reciente como máximo responsable de la Dirección General de Seguridad, le valió el sobrenombre de El Director, que él mismo utilizó como seudónimo. El plan consistía en encadenar una serie de operaciones violentas y fulminantes que debían llevarse a cabo durante los días 17, 18 y 19 de julio. La estrategia inicial no era otra que el terror, tal y como nos aclara el propio Mola en sus directrices, recogidas en su obra Navarra 1936. De la esperanza al terror:
«Instrucción reservada nº 1: Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas». (Madrid, 25 de mayo de 1936)
«Hay que sembrar el terror... Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros». (Pamplona, 19 de julio de 1936)
Para «reducir lo antes posible al enemigo» se daba por sentada la participación, o al menos la no oposición, de la mayor parte de los mandos militares. Se suponía que, ante la contundencia y rapidez de la maniobra, el Gobierno de la República no tendría más opción que rendirse y aceptar que el Ejército asumiera el mando. Sin embargo, estos presupuestos fueron demasiado optimistas. Una parte considerable, aunque menor, de las Fuerzas Armadas y de orden público se opusieron al alzamiento. El resultado fue el episodio más triste, cruel y sangriento de nuestra Historia: una guerra que duró casi tres años y que no entraba, ni por asomo, en los cálculos de los rebeldes. Los nostálgicos celebraron ayer el LXXV aniversario de su glorioso alzamiento.

Todo empezó en África
Como la historia del homo sapiens, todo empezó en África. Las guarniciones del Protectorado marroquí eran las más numerosas del Ejército de la República. A partir de las 16:20 horas del viernes 17 de julio, varias de estas guarniciones declaran oficialmente el estado de guerra mediante bandos firmados por el comandante general de las islas Canarias, Francisco Franco, quien finalmente había decidido unirse a última hora al alzamiento. Pero Franquito –apodo con que el general Sanjurjo se refería a él– todavía estaba en Gran Canaria. El entierro ese mismo día del general Amado Balmes, muerto a consecuencia de un disparo accidental –según la versión oficial–, le había proporcionado la excusa perfecta para trasladarse con su familia de Tenerife a Las Palmas sin levantar sospechas. A las 4 de la madrugada del 18 de julio, Franco recibe en su habitación del palmense hotel Madrid la confirmación de que las guarniciones de Ceuta, Melilla y Tetuán están ya bajo el control de los sublevados.
La insurrección comienza en Melilla, donde los acontecimientos se precipitan a causa de una filtración que provoca un registro imprevisto en la sala de cartografía del Cuartel General, donde los conspiradores acaban de repartir las armas. Un grupo de soldados y policías fieles a la República, al mando del teniente Zaro, rodean el edificio. Sorprendidos in fraganti, los rebeldes alertan telefónicamente a una unidad de la Legión extranjera, cuya intervención obliga al teniente Zaro a pedir a sus hombres que entreguen las armas. Acaba de producirse la primera rendición de la Guerra Civil. Acto seguido, el coronel Seguí, jefe de la sublevación en el Marruecos oriental, irrumpe en el despacho del comandante general de Melilla, el general Romerales (hombre extraordinariamente obeso y con fama de ingenuo), y lo detiene a punta de pistola. Inmediatamente, Seguí telefonea a Tetuán y a Ceuta para informar a Sáenz de Buruaga y Yagüe del adelanto en los planes. Se producen los primeros enfrentamientos en las calles de Melilla y en la cercana base de hidroaviones de El Atalayón, que se saldan con la victoria de los sublevados. A la una de la madrugada del 18 de julio, el coronel Solans envía un telegrama a la Comandancia de Las Palmas para notificar a Franco que Melilla está en su poder: «Este Ejército levantado en armas contra el Gobierno, habiéndose apoderado de todos los resortes del mando. ¡Viva España!». Sin embargo, los rebeldes cometen un error de bulto. Dejan detenido en su despacho al delegado del Gobierno en Melilla sin tomar la precaución de cortar su comunicación telegráfica con Madrid, con lo que el Gobierno de la República conoce los hechos de inmediato. Alertado de la situación, el todavía presidente del Gobierno, Casares Quiroga, se apresura a ponerse en contacto con el comandante en jefe del Ejército de África, el general Gómez Morato, a quien sorprende en el casino de Larache sin noticia alguna de lo que está ocurriendo. El general toma de inmediato un avión para dirigirse a Melilla, donde es detenido nada más aterrizar. Posteriormente, el delegado del Gobierno, el alcalde de Melilla, el general Romerales y todos los que habían participado en la resistencia al levantamiento serían fusilados.
A pesar de que la sublevación comienza en Melilla, la primera plaza en caer es Ceuta. Alertado por Seguí desde Melilla, el siniestro coronel Yagüe entra en la ciudad al mando de sus legionarios destacados en el vecino acuartelamiento de Dar Riffien. Antes de medianoche, Ceuta ya está en su poder, merced a una operación rápida e inmaculada en la que no se dispara un solo tiro. Falta todavía un mes para que tengan lugar en Extremadura los terribles sucesos que hacen que a Yagüe se lo conozca en estas tierras como El Carnicero de Badajoz.
En Tetuán, capital del Protectorado, los protagonistas de la insurrección son los coroneles Asensio, Beigbeder y Sáenz de Buruaga. El Alto Comisario, Arturo Álvarez-Buylla, resiste en su residencia arropado por un grupo de militares leales a la República. Finalmente, ya en la madrugada del día 18, es detenido en su despacho por el teniente coronel Sáenz de Buruaga. Meses después sería sometido a un consejo de guerra por un delito de sedición y posteriormente fusilado. La misma trágica suerte corre el primo hermano de Franco y jefe del aeródromo tetuaní de Sania Ramel, el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, quien ofrece con los hombres de su escuadrilla una feroz resistencia. Finalmente, al rayar el alba, rinde el aeródromo a las tropas de Buruaga. Más tarde, De la Puente y otros militares fieles a la República serían condenados a muerte por el alucinante delito de «rebelión militar». El propio Franco recibiría la sentencia de muerte de su primo Ricardo y, lejos de interceder, la pasó al general Orgaz para que la firmara. Cuenta Francisco Franco Salgado-Araújo, otro primo del dictador, que el futuro caudillo por la gracia de Dios «quería mucho a Ricardo». Líbrenos esa misma gracia divina de quereres como ese.

El Dragon Rapide matrícula G-ACYR se exhibe en el Museo del
Aire de Madrid.
Un Dragon de 2.000 libras
Al tanto de estos acontecimientos, Franco pasa a la acción desde Las Palmas. Declara el estado de guerra, envía un mensaje a la Flota invitando a unirse a la sublevación, ordena la ocupación de la ciudad y de sus centros estratégicos, nombra nuevas autoridades y conmina al gobernador civil a rendirse incondicionalmente. Esa misma mañana del 18, hace embarcar a su familia en un trasatlántico rumbo a Lisboa. Sabe que su avión, un bimotor de Havilland DH-89A Dragon Rapide, lo espera desde hace días en el aeródromo de Gando, a solo 20 kilómetros de Las Palmas, para llevarlo al Marruecos español. La aeronave ha sido alquilada en Londres por Luis Bolín, corresponsal de ABC en la capital británica, por encargo de su jefe y propietario del diario, el marqués de Luca de Tena. Los fondos para esta operación (2.000 libras esterlinas; una cifra astronómica por entonces) han sido aportados por el financiero Juan March, una de las mayores fortunas de España y monárquico convencido. El aparato, con capacidad para siete pasajeros, ha llegado desde Londres hace varios días camuflado como un viaje turístico. Se supone que a bordo han viajado dos caballeros ingleses (Bolín y un agente del MI6 británico, Hugo Pollard) acompañados de dos señoritas (la hija de Pollard y una amiga), además del piloto (Cecil Bebb), un mecánico y un telegrafista.
Sin embargo, el avión debe esperar, ya que el pueblo de Las Palmas, al tanto de lo que ocurre, se ha echado a la calle. UGT ha declarado una huelga general. Son necesarios dos pelotones de infantería para contener, a las 8:30 de la mañana, al millar de trabajadores que se dirigen al Gobierno Militar. Esta resistencia hace perder a Franco un tiempo precioso. Hasta las 10:20, los aeródromos no quedan en poder de los sublevados. En las carreteras, en cambio, la situación no termina de estar controlada. Temiendo sufir algún atentado o ser interceptado por la Guardia de Asalto, Franco requisa un remolcador, el España 2, para trasladarse por mar hasta Gando. Finalmente, a las 14:33, el bimotor despega rumbo a Marruecos con tres pasajeros de paisano: Franco –sin bigote, con traje blanco, sombrero informal y pasaporte falso–, su primo, el teniente coronel Francisco Franco Salgado-Araújo (una de las pocas voces del régimen que se atrevería a cuestionar la versión del oportuno accidente mortal del general Balmes) y otro oficial cuya identidad se desconoce.

Habitación para dos en Casablanca
Dada su escasa autonomía de vuelo, el aparato debe hacer escala en Agadir, donde toma tierra a las seis de la tarde para repostar –sobre este punto, algunos historiadores sostienen que la escala fue técnicamente innecesaria–. En el aeródromo se encuentran con un grupo de aviones militares que vuelan hacia la península. Franco ordena al capitán Bebb, el piloto, que aparque lo más lejos posible, y ni siquiera se baja del avión. Se entrega una generosísima propina al empleado del surtidor para que agilice las labores de repostaje, alegando una urgencia familiar. Bebb se encarga de enviar un mensaje cifrado a Bolín, que se encuentra en Casablanca, para confirmarle que el general Franco viaja a bordo. Una hora después, a las 18:55, el Dragon Rapide despega rumbo a Casablanca, donde deben recoger a Bolín.
Al llegar a Casablanca, ya de noche, una avería en la iluminación de la pista retrasa ligeramente el aterrizaje. El avión toma tierra a las 21:15 de la noche. Allí se reúnen con Bolín, que tiene una información de última hora: no pueden aterrizar en Tánger, como estaba previsto, debido a la posible presencia allí de grupos armados que aguardan la llegada de Franco. El nuevo destino es el aeródromo de Sania Ramel, en Tetuán, controlado por Sáenz de Buruaga. Dado que allí no hay balizamiento para un aterrizaje nocturno, y a pesar de la insistencia de Franco en proseguir viaje, deciden pernoctar en Casablanca. Se hospedan en un balneario cercano para salir al clarear el alba. Franco y Bolín comparten habitación.

«¡Ahí está El Rubito!»
Original ilustración de Josep Fontana.
Aún no ha amanecido cuando dejan el hotel poco después de las cuatro de la madrugada. Alrededor de las cinco, el Dragon Rapide, ahora con cuatro pasajeros, despega de Casablanca para cubrir la última etapa de su viaje. Pocos minutos antes de las siete de la mañana sobrevuela ya el aeródromo de Tetuán. El piloto recibe órdenes de no tomar tierra inmediatamente: «Dé una vuelta a la pista lo más bajo posible. Si le digo ¡arriba!, retome el vuelo sin vacilar». Tras varias vueltas a la pista, Franco reconoce al teniente coronel Sáenz de Buruaga: «¡Ahí está El Rubito! ¡Aterrice!» Ya en tierra, todo son vítores y abrazos entre los mandos rebeldes. Franco se despide del piloto, el capitán Bebb: «Algún día sabrá usted lo que ha hecho. Hoy no tengo palabras para expresarle mi gratitud». Terminada la guerra, el dictador concedió a Bebb la Gran Cruz de la Gran Orden Imperial de las Flechas Rojas (en 1947, la orden sería rebautizada como Orden Imperial del Yugo y las flechas). El avión, matriculado G-ACYR, fue entregado a Franco como regalo al terminar la Segunda Guerra Mundial, y permanece expuesto en el Museo del Aire, en Madrid.
En menos de 48 horas, todas las guarniciones republicanas del Protectorado marroquí caen en manos de los rebeldes. En el resto de España, sin embargo, el golpe no ha tenido el éxito esperado.

Atrapados en África
Al corriente de estos hechos, el presidente Casares Quiroga había dado órdenes a la Escuadra española anclada en Cartagena de dirigirse de inmediato a bloquear el estrecho. El poderoso Ejército colonial iba a verse bloqueado e incapaz de apoyar a los golpistas en la península. Franco había enviado de madrugada un mensaje a todas las guarniciones y navíos de la Flota apoyando la sublevación e informando de los éxitos en África. El mensaje había sido interceptado por un oficial auxiliar, Benjamín Balboa, desde la emisora central de la Marina en el madrileño Pinar de Chamartín. Siguiendo instrucciones del Gobierno, Balboa había transmitido unas órdenes exactamente contrarias a las recibidas. Esto provoca un lógico desconcierto y permite que los comités del Frente Popular organizados en los barcos tomen el control. El día 19, el mismo día que Franco aterriza en Sania Ramel, todos los barcos de guerra españoles, a excepción del cañonero Dato, están en poder de la República.
Aislado en el continente africano, Franco se ve obligado a esperar la ayuda de alemanes e italianos para que sus tropas puedan cruzar el Estrecho por el aire. Faltan aún muchos meses y muchos miles de muertos para que Franquito pueda cantar victoria. El golpe ha fracasado, y la Guerra Civil no ha hecho más que empezar. Una guerra que Franco se encargará de alargar innecesariamente para hacerse con la jefatura del Estado. Los fatales accidentes de Mola y Sanjurjo le despejarán el camino. Todo el mundo sabe que general mola, pero mola más generalísimo. Y caudillo. Por la gracia de Dios y, sobre todo, de las armas.

Red Kite, julio 2011.

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#RubalcabaContestaDO                                                               Sol Renaciente


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jueves, 14 de julio de 2011

#RubalcabaContestaDO (crónica de una entrevista prevista)

Mr. 'R' con su dedito y su gesto. Con 'R' de revelador.
El hashtag de Twitter #rubalcabacontesta fue ayer miércoles Trending Topic en España, como consecuencia de la entrevista que el presidenciable Mister ‘R’ había concedido a Pedro Piqueras en Tele5. Nos habría encantado tener la oportunidad de contestar por nuestra parte a algunas de las respuestas del candidato y de hacerle otras preguntas que el entrevistador –manso, manso– se dejó en el tintero. Dado que eso no es posible, recogemos aquí las mejores perlas de dicha intervención televisiva con nuestras observaciones personales:

Los flecos helenos.
Se arrancó el de Solares con una confesión para negar que el sistema se esté desmoronando: «Tenemos un problema, que es Grecia. (…) Ahora, con el paso del tiempo, estamos viendo que la solución que se dio a la crisis griega no era completa. Hemos dejado ahí flecos». Y olé. Se equivoca, según don Erre que Erre, el barómetro del CIS. Ni el paro, ni las penurias económicas, ni los políticos, ni la corrupción, ni gaitas. Nuestro problema es Grecia. Más concretamente, los flecos del problema griego. Sólo le faltó decir que los flecos eran como de plastilina.

El paro juvenil. El túnel y la luz.
La perspicacia del entrevistador reconduce al invitado hacia «el principal problema que tenemos: el desempleo»; sobre todo, el paro juvenil (43,5%). La solución, para Mr. ‘R’ «es un problema de dinero. (…) Estamos saliendo de la crisis. (…) Todavía estamos en el túnel, pero vemos la luz». Somos muchos los que, viendo esa luz al final del túnel a que se refiere el entrevistado, nos tememos que esa luz no sea otra cosa que el tren, que viene directo a atropellarnos. Un tren cargado de recortes económicos y sociales y de privatizaciones que nos empobrecerán a todos aún más.

La parábola del barco y la tormenta.
El candidato ve la luz. Y al amparo de esa luz, don Alfredo opina que ahora «ha llegado el momento de decirles a los sectores económicos, a aquellas personas que durante la crisis no lo han sentido, o que lo han sentido menos, que ya ha llegado el momento de colaborar, de echar una mano para que todo el mundo salga de la crisis y nadie quede atrás». Para alivio de las y los televidentes, el hábil entrevistador encuentra aquí su oportunidad para plantear la pregunta del millón: ¿por qué no se ha hecho antes eso mismo? La respuesta, que llega en forma de ejemplo «fácil de entender» resulta insultante, por pueril y peregrina: «No le puedes pedir al sistema financiero, a las cajas y a los bancos, un esfuerzo cuando estás en pleno proceso de reestructuración. Pero, cuando acabemos, sí. Entonces, sí, porque hay beneficios y sí se les puede pedir un esfuerzo». Aprovecha Mr. ‘R’ para adornarse con una palomita, reivindicando su progresismo al alegar que le han tildado de «izquierdista» por proponer algo así. Y pone la guinda con una parábola con la que, definitivamente, nos toma por idiotas: «Cuando un barco está en una tormenta, el piloto, el que lleva el barco, el capitán del barco tiene que hacer unas cosas; cuando la tormenta empieza a amainar, otras; y cuando amaina del todo, otras distintas». Para el candidato, el ejemplo del sistema financiero es «bastante evidente para entender por qué ahora hacemos cosas que hace un año o hace dos, sencillamente, no podíamos plantearnos».
Visto que el entrevistador estuvo, como se ha dicho, manso cual cabestro, no queda otro remedio que apuntarle desde aquí a Rubalcaba unas cuantas puntualizaciones:
- ¿Acaso han dejado nuestras grandes corporaciones de obtener en algún momento enormes beneficios con los que «echar una mano»?
- ¿No es más cierto que las grandes empresas como Timofónica ganaron precisamente el año pasado –el peor de la crisis, hasta ahora– más dinero que nunca? ¿Por qué se le permite a esta compañía antaño pública/nuestra recompensar a sus directivos a la vez que plantea, al amparo de la nueva legislación laboral, ERE’s que afectan a millares de familias?
- ¿Qué «reestructuración» han atravesado los repsoles, santanderes, bebeuves, endesas, gases naturales, o la propia Timofónica, para impedirle al Gobierno exigirles un «esfuerzo»? ¿No es peor la «reestructuración» a la que se han visto abocadas millones de familias al perder su fuente de ingresos? ¿Por qué a esas familias sí se les ha exigido ese «esfuerzo» desde el primer momento?
- ¿Qué debe hacer el armador y dueño del barco (nosotros; el Pueblo soberano) cuando su capitán actúa negligentemente durante una tormenta al conducir la nave hacia los arrecifes y arriesgar la vida de gran parte del pasaje, en contra de los cánones de navegación establecidos en el contrato armador-capitán?
- ¿Qué nueva criatura es esa de «ahora hacemos cosas que hace un año o dos no podíamos plantearnos»? ¿Qué cosas se están haciendo ahora? ¿Qué esfuerzo se les pide ahora a las grandes fortunas? ¿Dónde están las medidas concretas? ¿Por qué el PSOE debe esperar a la próxima legislatura para exigir a los ricos ese esfuerzo? ¿Acaso ‘ahora’ significa ‘después de que el PSOE gane las elecciones’?

A vueltas con el terrorismo.
Obviando todas estas cuestiones, el sagaz Mansiqueras dirige sus preguntas hacia asuntos tan trascendentes como la fecha de las elecciones, el terrorismo (un tema que, según el último barómetro del CIS, preocupa al 9,1% de la ciudadanía) o el caso Faisán. El presidenciable aprovecha el quite para lucirse insistiendo en que los terroristas están «más debiles que nunca» y en que el fin de la violencia «está ahí, al alcance de nuestras manos».

El 15M y la radicalidad.
Llegamos al momento estelar. El diestro Rubalcaba se enfrenta nada menos que a la pregunta de «uno de los impulsores del movimiento 15M» grabada en vídeo. A este impulsor no se le presenta con su nombre y filiación, que sí aclaran los subtítulos: Jon Aguirre Duch, portavoz de Democracia Real Ya. «Señor Rubalcaba: ¿qué papel pretende jugar usted, si en todos estos años nadie ha sido capaz de impulsar una ruptura radical frente a los dictados de los poderes financieros internacionales?» Lo de «ruptura radical» se lo pone a huevo a Mr. ‘R’, que se apresura a hacer gala de su moderación –por no decir su servil conformismo–, dejando claro que él no pretende «una ruptura radical con el sistema financiero». Lo que él quiere es que los poderes financieros, en España, «cumplan con su misión fundamental» dentro de «la economía de mercado establecida en nuestra Constitución». Ese encargo, el de «facilitar el crédito a las empresas y a las familias para dinamizar la economía, (…) no lo están haciendo en este momento». Lástima que el entrevistador no preguntara en ese instante por qué no se les ha obligado a hacerlo, a pesar de contar con una generosísima donación de miles y miles de millones de euros de nuestros fondos públicos.
Eso en España. A nivel mundial, el candidato psoecialista, se «conformaría, más que hacer una ruptura, con establecer un conjunto de reglas, (…) porque alguien decidió en algún momento que no hubiera reglas». Eso de señalar a un alguien anónimo como autor de la desregulación de los mercados es, lisa y llanamente, escurrir el bulto. Pretende el hábil entrevistado eludir la responsabilidad que su Gobierno y los Gobiernos anteriores, de España y de Europa, han tenido en la construcción del enrevesado galimatías legal llamado Unión Europea, que ha permitido e institucionalizado los chantajes que hoy sufre gran parte de la ciudadanía del Viejo Continente.
Pero más aberrante aún es la sibilina y subliminal relación que Tele5 establece entre el 15M y las «rupturas radicales». Al presentar esa única pregunta como representativa del movimiento de los indignados, el señor Mansiqueras está simplificando de manera injusta y torticera nuestras reivindicaciones. ¿Por qué esa pregunta, y solo esa? ¿Por qué se silencian otras exigencias, como la reforma de la Ley Electoral, la revisión a fondo de la Ley Orgánica que regula la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) o la supresión de los vergonzosos privilegios de la clase política? ¿Esas peticiones también son radicales? ¿Por qué ni siquiera se mencionan cuestiones tan importantes como la auditoría de la deuda, la tasa sobre las transacciones financieras, la reforma de la Constitución o la nacionalización de los sectores estratégicos, empezando por la banca? La respuesta es evidente: Tele5 y Mr. ‘R’ sirven a los mismos amos.

El pacto de silencio.
A partir de este punto, la entrevista resultó mucho más reveladora por sus omisiones que por los temas tratados. Refiriéndose al 15M, al que insistió en calificar de «movimiento juvenil», el propio Rubalcaba admitió que «sería de necios no escucharlo», e incluso reconoció que «hay cosas que dicen, que tienen razón», aunque prefirió no aclarar cuáles son esas cosas. Se habló de la banca, pero no se mencionó la palabra ‘privatización’. El asunto de la vivienda y las hipotecas («nuestro burbujón») se abordó, en primer lugar, insistiendo en la falacia que Mr. ‘R’ llama «pecado original (sic): hay quien pide una hipoteca y, probablemente, se fue más allá de lo que podía pagar». Sin embargo, no se tocó la cuestión de la dación en pago, y mucho menos, la del bloqueo parlamentario del PP$OE a las distintas iniciativas que han promovido esa solución. Se habló de corrupción –o mejor: se mintió sobre ella: «durante muchos años nos hemos esforzado por castigarla»–, pero no se hizo mención alguna a los indecentes privilegios de los políticos. Se trataron temas como la Educación y la Sanidad, pero no hubo ninguna referencia a los drásticos recortes en esas partidas ni a su privatización de facto.

Conclusiones.
En resumen, se pudo constatar una vez más que los políticos utilizan la prensa y la televisión más como un aparato de propaganda que como un medio de información. Sus mensajes no van dirigidos a la gente formada e informada, sino a los pobres incautos que ignoran la realidad de lo que sucede. Las preguntas serviles y pactadas, la artera manipulación en las exposiciones y, sobre todo, las importantísimas exclusiones en los temas tratados convirtieron la entrevista en una cuña publicitaria de 20 minutos. La ciudadanía no podrá ejercer sus derechos constitucionales a recibir una información veraz (art. 20.1.d) o a acceder a los medios de comunicación estatales (Art. 20.3) mientras propuestas como la de Iniciativa Debate no se lleven a la práctica.
El mismo discurso, por cierto, se ha trasladado también a otra entrevista, concedida esta vez a Juan Ramón Lucas en RNE. Los planteamientos han sido calcados, incluida la parábola del barco y la tormenta. A propósito de tan pueril metáfora, le recordamos desde aquí a Mr. ‘R’ que los dueños del barco somos nosotros, el Pueblo soberano, y que lo que ha hecho la tripulación al obedecer a otros amos distintos es un acto de insubordinación. Los rebeldes, con ‘R’, son ustedes, don Alfredo, y no nosotros. Los amotinados no están en las calles y las plazas; están en las Cortes españolas, en el Palacio de la Moncloa, en el Parlamento europeo y en el Consejo de la Unión.

Red Kite, julio 2011.

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