martes, 19 de julio de 2011

Una noche en Casablanca (anecdotario de una traición)

Ayer fue el aniversario de una traición. Ayer se cumplieron 75 años desde que un grupo de militares coordinado y dirigido por el general Mola, decidieron romper su juramento de fidelidad a la República Española y levantarse contra ella para salvarla de sí misma.

El terror mola
General mola, pero mola más generalísimo.
La sublevación había sido cuidadosamente proyectada por Mola, verdadero cerebro de la operación. Ese papel, unido a su pasado reciente como máximo responsable de la Dirección General de Seguridad, le valió el sobrenombre de El Director, que él mismo utilizó como seudónimo. El plan consistía en encadenar una serie de operaciones violentas y fulminantes que debían llevarse a cabo durante los días 17, 18 y 19 de julio. La estrategia inicial no era otra que el terror, tal y como nos aclara el propio Mola en sus directrices, recogidas en su obra Navarra 1936. De la esperanza al terror:
«Instrucción reservada nº 1: Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas». (Madrid, 25 de mayo de 1936)
«Hay que sembrar el terror... Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros». (Pamplona, 19 de julio de 1936)
Para «reducir lo antes posible al enemigo» se daba por sentada la participación, o al menos la no oposición, de la mayor parte de los mandos militares. Se suponía que, ante la contundencia y rapidez de la maniobra, el Gobierno de la República no tendría más opción que rendirse y aceptar que el Ejército asumiera el mando. Sin embargo, estos presupuestos fueron demasiado optimistas. Una parte considerable, aunque menor, de las Fuerzas Armadas y de orden público se opusieron al alzamiento. El resultado fue el episodio más triste, cruel y sangriento de nuestra Historia: una guerra que duró casi tres años y que no entraba, ni por asomo, en los cálculos de los rebeldes. Los nostálgicos celebraron ayer el LXXV aniversario de su glorioso alzamiento.

Todo empezó en África
Como la historia del homo sapiens, todo empezó en África. Las guarniciones del Protectorado marroquí eran las más numerosas del Ejército de la República. A partir de las 16:20 horas del viernes 17 de julio, varias de estas guarniciones declaran oficialmente el estado de guerra mediante bandos firmados por el comandante general de las islas Canarias, Francisco Franco, quien finalmente había decidido unirse a última hora al alzamiento. Pero Franquito –apodo con que el general Sanjurjo se refería a él– todavía estaba en Gran Canaria. El entierro ese mismo día del general Amado Balmes, muerto a consecuencia de un disparo accidental –según la versión oficial–, le había proporcionado la excusa perfecta para trasladarse con su familia de Tenerife a Las Palmas sin levantar sospechas. A las 4 de la madrugada del 18 de julio, Franco recibe en su habitación del palmense hotel Madrid la confirmación de que las guarniciones de Ceuta, Melilla y Tetuán están ya bajo el control de los sublevados.
La insurrección comienza en Melilla, donde los acontecimientos se precipitan a causa de una filtración que provoca un registro imprevisto en la sala de cartografía del Cuartel General, donde los conspiradores acaban de repartir las armas. Un grupo de soldados y policías fieles a la República, al mando del teniente Zaro, rodean el edificio. Sorprendidos in fraganti, los rebeldes alertan telefónicamente a una unidad de la Legión extranjera, cuya intervención obliga al teniente Zaro a pedir a sus hombres que entreguen las armas. Acaba de producirse la primera rendición de la Guerra Civil. Acto seguido, el coronel Seguí, jefe de la sublevación en el Marruecos oriental, irrumpe en el despacho del comandante general de Melilla, el general Romerales (hombre extraordinariamente obeso y con fama de ingenuo), y lo detiene a punta de pistola. Inmediatamente, Seguí telefonea a Tetuán y a Ceuta para informar a Sáenz de Buruaga y Yagüe del adelanto en los planes. Se producen los primeros enfrentamientos en las calles de Melilla y en la cercana base de hidroaviones de El Atalayón, que se saldan con la victoria de los sublevados. A la una de la madrugada del 18 de julio, el coronel Solans envía un telegrama a la Comandancia de Las Palmas para notificar a Franco que Melilla está en su poder: «Este Ejército levantado en armas contra el Gobierno, habiéndose apoderado de todos los resortes del mando. ¡Viva España!». Sin embargo, los rebeldes cometen un error de bulto. Dejan detenido en su despacho al delegado del Gobierno en Melilla sin tomar la precaución de cortar su comunicación telegráfica con Madrid, con lo que el Gobierno de la República conoce los hechos de inmediato. Alertado de la situación, el todavía presidente del Gobierno, Casares Quiroga, se apresura a ponerse en contacto con el comandante en jefe del Ejército de África, el general Gómez Morato, a quien sorprende en el casino de Larache sin noticia alguna de lo que está ocurriendo. El general toma de inmediato un avión para dirigirse a Melilla, donde es detenido nada más aterrizar. Posteriormente, el delegado del Gobierno, el alcalde de Melilla, el general Romerales y todos los que habían participado en la resistencia al levantamiento serían fusilados.
A pesar de que la sublevación comienza en Melilla, la primera plaza en caer es Ceuta. Alertado por Seguí desde Melilla, el siniestro coronel Yagüe entra en la ciudad al mando de sus legionarios destacados en el vecino acuartelamiento de Dar Riffien. Antes de medianoche, Ceuta ya está en su poder, merced a una operación rápida e inmaculada en la que no se dispara un solo tiro. Falta todavía un mes para que tengan lugar en Extremadura los terribles sucesos que hacen que a Yagüe se lo conozca en estas tierras como El Carnicero de Badajoz.
En Tetuán, capital del Protectorado, los protagonistas de la insurrección son los coroneles Asensio, Beigbeder y Sáenz de Buruaga. El Alto Comisario, Arturo Álvarez-Buylla, resiste en su residencia arropado por un grupo de militares leales a la República. Finalmente, ya en la madrugada del día 18, es detenido en su despacho por el teniente coronel Sáenz de Buruaga. Meses después sería sometido a un consejo de guerra por un delito de sedición y posteriormente fusilado. La misma trágica suerte corre el primo hermano de Franco y jefe del aeródromo tetuaní de Sania Ramel, el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, quien ofrece con los hombres de su escuadrilla una feroz resistencia. Finalmente, al rayar el alba, rinde el aeródromo a las tropas de Buruaga. Más tarde, De la Puente y otros militares fieles a la República serían condenados a muerte por el alucinante delito de «rebelión militar». El propio Franco recibiría la sentencia de muerte de su primo Ricardo y, lejos de interceder, la pasó al general Orgaz para que la firmara. Cuenta Francisco Franco Salgado-Araújo, otro primo del dictador, que el futuro caudillo por la gracia de Dios «quería mucho a Ricardo». Líbrenos esa misma gracia divina de quereres como ese.

El Dragon Rapide matrícula G-ACYR se exhibe en el Museo del
Aire de Madrid.
Un Dragon de 2.000 libras
Al tanto de estos acontecimientos, Franco pasa a la acción desde Las Palmas. Declara el estado de guerra, envía un mensaje a la Flota invitando a unirse a la sublevación, ordena la ocupación de la ciudad y de sus centros estratégicos, nombra nuevas autoridades y conmina al gobernador civil a rendirse incondicionalmente. Esa misma mañana del 18, hace embarcar a su familia en un trasatlántico rumbo a Lisboa. Sabe que su avión, un bimotor de Havilland DH-89A Dragon Rapide, lo espera desde hace días en el aeródromo de Gando, a solo 20 kilómetros de Las Palmas, para llevarlo al Marruecos español. La aeronave ha sido alquilada en Londres por Luis Bolín, corresponsal de ABC en la capital británica, por encargo de su jefe y propietario del diario, el marqués de Luca de Tena. Los fondos para esta operación (2.000 libras esterlinas; una cifra astronómica por entonces) han sido aportados por el financiero Juan March, una de las mayores fortunas de España y monárquico convencido. El aparato, con capacidad para siete pasajeros, ha llegado desde Londres hace varios días camuflado como un viaje turístico. Se supone que a bordo han viajado dos caballeros ingleses (Bolín y un agente del MI6 británico, Hugo Pollard) acompañados de dos señoritas (la hija de Pollard y una amiga), además del piloto (Cecil Bebb), un mecánico y un telegrafista.
Sin embargo, el avión debe esperar, ya que el pueblo de Las Palmas, al tanto de lo que ocurre, se ha echado a la calle. UGT ha declarado una huelga general. Son necesarios dos pelotones de infantería para contener, a las 8:30 de la mañana, al millar de trabajadores que se dirigen al Gobierno Militar. Esta resistencia hace perder a Franco un tiempo precioso. Hasta las 10:20, los aeródromos no quedan en poder de los sublevados. En las carreteras, en cambio, la situación no termina de estar controlada. Temiendo sufir algún atentado o ser interceptado por la Guardia de Asalto, Franco requisa un remolcador, el España 2, para trasladarse por mar hasta Gando. Finalmente, a las 14:33, el bimotor despega rumbo a Marruecos con tres pasajeros de paisano: Franco –sin bigote, con traje blanco, sombrero informal y pasaporte falso–, su primo, el teniente coronel Francisco Franco Salgado-Araújo (una de las pocas voces del régimen que se atrevería a cuestionar la versión del oportuno accidente mortal del general Balmes) y otro oficial cuya identidad se desconoce.

Habitación para dos en Casablanca
Dada su escasa autonomía de vuelo, el aparato debe hacer escala en Agadir, donde toma tierra a las seis de la tarde para repostar –sobre este punto, algunos historiadores sostienen que la escala fue técnicamente innecesaria–. En el aeródromo se encuentran con un grupo de aviones militares que vuelan hacia la península. Franco ordena al capitán Bebb, el piloto, que aparque lo más lejos posible, y ni siquiera se baja del avión. Se entrega una generosísima propina al empleado del surtidor para que agilice las labores de repostaje, alegando una urgencia familiar. Bebb se encarga de enviar un mensaje cifrado a Bolín, que se encuentra en Casablanca, para confirmarle que el general Franco viaja a bordo. Una hora después, a las 18:55, el Dragon Rapide despega rumbo a Casablanca, donde deben recoger a Bolín.
Al llegar a Casablanca, ya de noche, una avería en la iluminación de la pista retrasa ligeramente el aterrizaje. El avión toma tierra a las 21:15 de la noche. Allí se reúnen con Bolín, que tiene una información de última hora: no pueden aterrizar en Tánger, como estaba previsto, debido a la posible presencia allí de grupos armados que aguardan la llegada de Franco. El nuevo destino es el aeródromo de Sania Ramel, en Tetuán, controlado por Sáenz de Buruaga. Dado que allí no hay balizamiento para un aterrizaje nocturno, y a pesar de la insistencia de Franco en proseguir viaje, deciden pernoctar en Casablanca. Se hospedan en un balneario cercano para salir al clarear el alba. Franco y Bolín comparten habitación.

«¡Ahí está El Rubito!»
Original ilustración de Josep Fontana.
Aún no ha amanecido cuando dejan el hotel poco después de las cuatro de la madrugada. Alrededor de las cinco, el Dragon Rapide, ahora con cuatro pasajeros, despega de Casablanca para cubrir la última etapa de su viaje. Pocos minutos antes de las siete de la mañana sobrevuela ya el aeródromo de Tetuán. El piloto recibe órdenes de no tomar tierra inmediatamente: «Dé una vuelta a la pista lo más bajo posible. Si le digo ¡arriba!, retome el vuelo sin vacilar». Tras varias vueltas a la pista, Franco reconoce al teniente coronel Sáenz de Buruaga: «¡Ahí está El Rubito! ¡Aterrice!» Ya en tierra, todo son vítores y abrazos entre los mandos rebeldes. Franco se despide del piloto, el capitán Bebb: «Algún día sabrá usted lo que ha hecho. Hoy no tengo palabras para expresarle mi gratitud». Terminada la guerra, el dictador concedió a Bebb la Gran Cruz de la Gran Orden Imperial de las Flechas Rojas (en 1947, la orden sería rebautizada como Orden Imperial del Yugo y las flechas). El avión, matriculado G-ACYR, fue entregado a Franco como regalo al terminar la Segunda Guerra Mundial, y permanece expuesto en el Museo del Aire, en Madrid.
En menos de 48 horas, todas las guarniciones republicanas del Protectorado marroquí caen en manos de los rebeldes. En el resto de España, sin embargo, el golpe no ha tenido el éxito esperado.

Atrapados en África
Al corriente de estos hechos, el presidente Casares Quiroga había dado órdenes a la Escuadra española anclada en Cartagena de dirigirse de inmediato a bloquear el estrecho. El poderoso Ejército colonial iba a verse bloqueado e incapaz de apoyar a los golpistas en la península. Franco había enviado de madrugada un mensaje a todas las guarniciones y navíos de la Flota apoyando la sublevación e informando de los éxitos en África. El mensaje había sido interceptado por un oficial auxiliar, Benjamín Balboa, desde la emisora central de la Marina en el madrileño Pinar de Chamartín. Siguiendo instrucciones del Gobierno, Balboa había transmitido unas órdenes exactamente contrarias a las recibidas. Esto provoca un lógico desconcierto y permite que los comités del Frente Popular organizados en los barcos tomen el control. El día 19, el mismo día que Franco aterriza en Sania Ramel, todos los barcos de guerra españoles, a excepción del cañonero Dato, están en poder de la República.
Aislado en el continente africano, Franco se ve obligado a esperar la ayuda de alemanes e italianos para que sus tropas puedan cruzar el Estrecho por el aire. Faltan aún muchos meses y muchos miles de muertos para que Franquito pueda cantar victoria. El golpe ha fracasado, y la Guerra Civil no ha hecho más que empezar. Una guerra que Franco se encargará de alargar innecesariamente para hacerse con la jefatura del Estado. Los fatales accidentes de Mola y Sanjurjo le despejarán el camino. Todo el mundo sabe que general mola, pero mola más generalísimo. Y caudillo. Por la gracia de Dios y, sobre todo, de las armas.

Red Kite, julio 2011.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .


<< ENTRADA ANTERIOR                                                  ENTRADA SIGUIENTE >>
#RubalcabaContestaDO                                                               Sol Renaciente


Texto disponible bajo licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0

6 comentarios:

  1. Bien contado. Ameno. Esclarecedor. Necesario.
    Gracias.
    Hasta la Tercera.

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti, Juan, por tus palabras. En efecto, como muy bien dices, era necesario.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Ay hombre Milano, y yo leyendome esta vida y la otra sobre la guerra civil!!!

    Esta bien que se hable de dos Españas, de republica y fascismo, de la "tragedia española". Lo que no esta bien es que 75 años después, la prensa siga utilizando la palabra "alzamiento" para definir lo que fue un putsch planeado y agenciado por las potencias Fachas, los banqueros y terratenientes españoles, los beneméritos curas y unos militares traidores. Un alzamiento, con toda su conotación positiva y heroica, se refiere a la insubordinación legítima de un pueblo o una nación que no acepta la opresión. El tal "alzamiento" ni contó con el decidido apoyo popular ni pretendía acabar con la opresión sino consagrarla, generalizarla, convertirla en columna vertebral de su Estado.

    Saludos pues.

    ResponderEliminar
  4. En efecto, anónimo amigo, la simbología alegórica protofascista ha sobrevivido hasta nuestros días. Entre otras cosas, por eso se me antojó escribir esta entrada. La historia de España sigue teniendo una cuenta pendiente con la verdad.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Ni tan anónimo, compadre extremeño. Pues eso, algo que me aterra profundamente cuando leo la presa española es la polarización de los comentarios. Viendo el artículo sobre Carrillo la otra vez se notaba un odio profundo, como si las dos Españas siguieran allí, sin matices, sin muchos puntos intermedios, enfrentadas en la trinchera de la opinión pública. Y joder: aquello fue hace 75 años pero el ostracismo del poder y las injurias de los vencedores no permiten, literalmente no dejan, pasar la página. Es una herida dolorosa y honda, pero una herida que no ha cerrado.

    Eres un cojonudo escribiendo, sobre todo es que te mandas un estilazo...

    ResponderEliminar
  6. Se agradecen las flores, amigo risaraldense. Cuando quieras publicar algo, esta página está a tu disposición.

    Como bien dices, la herida no se ha cerrado. Seguirá abierta hasta que se haga Justicia. Primero, con las víctimas: hay que localizarlas, identificarlas e indemnizarlas. Segundo, con la Historia. Hay que superar la versión de los vencedores y contar lo que de verdad ocurrió.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar