jueves, 28 de abril de 2011

500 pases al Cristo de las Pistolas (crónica futbolera)

A propósito de la actuación arbitral que, según él, fraguó anoche la derrota merengue en el Bernabéu por 0-2, dice don Yosé –Llourinho– que a él le daría «vergüenza ganar la Champions así». Consciente o inconscientemente, no solo admite que su plantilla de lujo no tiene ninguna opción cara al partido de vuelta en el Camp Nou; también está dando por perdedor en la final a todo un Manchester United, que dio una lección de fútbol al Schalke 04 y tiene su eliminatoria tan encarrilada como el Barça. The special one asegura además que le da «asco vivir en este mundo», a pesar de que el mundo en que vive le reporta cada año 10 millones de euros netos, es decir, el equivalente a más de 1.300 años de salario mínimo interprofesional. El discurso no es novedoso; es más: se trata de un llanto ya crónico en las ruedas de prensa del entrenador blanco. Si roja, porque era amarilla; si amarilla, porque no era tarjeta; si falta o penalti, porque no lo era... Es un estribillo tan repetido que casi podría escribirse antes de los partidos.
Pero el luso no dice esas cosas porque haya perdido por segunda vez esta temporada en su propio estadio, algo que no ocurría desde hace más de nueve años. Tampoco porque, incluso sumando el triunfo copero de la semana pasada, el parcial con el eterno rival acumule ya en esta campaña un preocupante 8-2 que no tiene visos de mejorar en el próximo y último duelo de la temporada. Llourinho dice lo que dice porque es un consumado especialista en atraer sobre sí mismo la atención mediática para evitar que se hable de lo que en realidad importa al aficionado: del fútbol de su equipo. O, mejor dicho, de su carencia de él.
Y es que, a estas alturas de la maratón de clásicos, de fútbol solo habla el Barcelona. Y lo hace en el campo, con el balón en los pies, hasta acumular un 72% de posesión y más de 500 pases (muchos más: 593) en el encuentro. Con su partitura habitual, la sinfónica de Guardiola volvió a cuajar un recital memorable. El virtuosismo casi insultante de su intérprete solista, Messi, hizo el resto. Están ya a solo unos pasos de consumar otro año histórico que culminaría un trienio irrepetible para la mejor plantilla que los blaugrana hayan tenido nunca, y una de las más admiradas y laureadas en los anales de este deporte. Fiel al estilo que lo ha llevado a la cumbre, el Barça evidenció ayer que sigue estando varios escalones por encima de su archienemigo. Jugó, como acostumbra, en simbiosis con el auténtico juez de este concurso: el esférico.
Para Llourinho, el balón es un elemento prescindible.
Para don Yosé, en cambio, el fútbol tiene otros atajos. La pelota no es más que un accesorio trivial e incómodo; un mal necesario. La táctica lo es todo. Y cuando el portugués habla de táctica, se refiere al choque, al contacto, al estorbo constante, a la destrucción continua del juego rival, siempre al límite del reglamento. Es un esquema generoso en derroche físico pero parco en florituras. Pocos toques. Poco fútbol. Espectáculo escaso o nulo. De acuerdo con ese guión, y para desesperación de su hinchada, el RM permaneció una vez más agazapado atrás, atrincherado en su propio campo, sin discutir el dominio al contrario. Con Llourinho en el banquillo, el legendario miedo escénico de las noches europeas en el Bernabéu cambió de bando. Todas las esperanzas blancas pasaban por esperar un despiste ajeno o un golpe de fortuna, como sucedió en la final de Copa. Se trata, por supuesto, de una estrategia legítima y, en el caso del de Setúbal, muy eficaz. Su abrumador palmarés así lo atestigua. Sin embargo, cuando el sistema falla, el fracaso escuece el doble. Entonces llegan los lamentos, las salidas de tono y el ridículo. En ese orden o en el inverso.
Se equivoca el RM al apostarlo todo al resultadismo del portugués. El discurso amarrategui casa mal con esa grandeza de la que tanto se alardea en la Casa Blanca. Un sector cada vez mayor de la afición merengue, con gusto por el fútbol, también lo entiende así. A un equipo que quiere seguir siendo señor y pretende recuperar su corona de mejor club del siglo (XX), semejante estrategia le sienta como a un Cristo unas pistolas.

Red Kite, abril 2011.
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