Pasó la vorágine electoral y comienza el carrusel de los analistas. Cientos y cientos de exegetas de las urnas dedican su verborrea a explicar el serio batacazo sufrido por el PSOE en estos comicios. Los informativos y las tertulias son un hervidero de especialistas. Politólogos, sociólogos, psicólogos, periodistas, políticos en activo y en pasivo y un sinfín de charlatanes de las profesiones más variopintas tratan de dar con la respuesta del millón, la causa de un resultado electoral que ha colocado al partido gobernante al borde del abismo.
Los motivos, en realidad, están bastante claros. De nada sirve darle vueltas: el PSOE se ha desplomado porque sus votantes siguen siendo de izquierdas, mientras que su política –al menos la económica, la que importa– se ha vuelto de derechas. Y para hacer políticas de derechas no hace falta reinventar el PSOE, porque ya hay otro partido mejor colocado. Considerar cualquier otra hipótesis no es más que pretender encontrarle tres pies al gato. Esta vez no han colado ni las explicaciones peregrinas ni la campaña del miedo ni el discurso de la pretendida responsabilidad. La primera responsabilidad, que ZP parece haber olvidado, es la de defender a los trabajadores que le votaron y que ahora han castigado a un partido que ha renegado de su historia, de sus siglas y de la clase obrera a la que dice representar. Y no: no nos representan.
Si el Gobierno pseudosocialista ha podido consumar su traición ha sido porque los mecanismos de control han fallado. El Parlamento ha fallado. El sistema ha fallado. Como han puesto de manifiesto las protestas del 15M, nuestra Democracia representativa ni es representativa ni, mucho menos, es Democracia. Solo así se explica que se haya conseguido poner en práctica un salvaje catecismo neocapitalista que está en las antípodas de los intereses de la inmensa mayoría de la población. Si nuestras Cortes reflejaran de verdad la opinión de la calle, no les habría resultado tan fácil hincar la rodilla ante la oligarquía financiera internacional que dirige los destinos del mundo para su mayor beneficio.
Dicen desde Ferraz que el fallo ha estado en «no saber explicar a la ciudadanía la conveniencia de las reformas». Deben de referirse a intentos como el de justificar la subida del IVA alegando que aumentaría la recaudación para «proteger a las clases menos favorecidas» y al Estado del bienestar (Salgado dixit); o al impresentable silogismo según el cual para crear empleo hay que abaratar el despido; o a la indecente consagración del déficit público como enemigo número uno de la recuperación. El aparato propagandístico soezialista sigue empeñado en tratarnos a los ciudadanos como si fuéramos menores de edad, incapaces de desentrañar la compleja madeja de la macroeconomía neoliberal, ante cuyas leyes inmutables debemos sacrificar nuestra soberanía para «calmar a los mercados».
Esa estrategia no es ninguna novedad. ¿Alguien se acuerda de la pregunta de la OTAN en 1986? Para quienes no tengan memoria o edad para recordarla, la rescataremos aquí, como paradigma de lo que para el PSOE viene significando desde hace décadas explicar algo a los ciudadanos:
«El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos:
1º. La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.
2º. Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español.
3º. Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España.
¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?»
La pregunta era muy sencilla: ¿Quiere usted que España entre el la OTAN, sí o no? Sin embargo, los alquimistas del marketing político la convirtieron en un monumento a la retórica más mendaz. Y la adornaron, además, con una pueril exposición de motivos que no solo no aclaraba nada sino que añadía aún más confusión, inventando una inexistente distinción entre una «estructura militar integrada» y otra estructura distinta, presuntamente no militar, tan falsa que ni siquiera se nombraba. Tan solo unos meses después de la consulta, el entones titular de Exteriores del Gobierno socialista, Francisco Fernández Ordóñez (hermano de Miguel Ángel, actual gobernador del Banco de España), reconocía desde la portada de un diario nacional: «Estamos en la OTAN con todas sus consecuencias». Eran otros tiempos, y fueron otros personajes los que orquestaron aquella estafa, pero es evidente que para el PSOE los verbos explicar, confundir y engañar siguen teniendo un significado peligrosamente próximo.
Y como, para su desgracia, la ciudadanía ya es mayor de edad, está mejor formada que entonces y dispone ahora de canales alternativos de comunicación, el ardid no ha surtido en esta ocasión el efecto deseado. La clase trabajadora se ha visto engañada ya demasiadas veces para dejarse convencer de nuevo. Los ratones han conseguido ponerle el cascabel al gato. El castigo en las urnas estaba cantado. Y ahora, además, contado y escrutado al 100%. No es posible seguir escondiendo el plumero. Si el PSOE quiere reconquistar el voto de la izquierda, deberá reorientar su política. Zapatero, a tus izquierdas. No valen cuentos. O refundarse o desaparecer. O quizá ambas cosas.
Red Kite, mayo 2011.
. . . . . . . . . .
No hay comentarios:
Publicar un comentario